Erik Friedlander

• Movilidad reducida
• Bucle magnético
• Sonido amplificado
• Mochila vibratoria

La pasión por el cello de Erik Friedlander sorprende tanto por el rigor técnico y académico como por la vitalidad expresiva, manejando lenguajes, no solo del jazz o la música clásica, sino del cancionero americano y otras músicas de la cultura popular. Asombra, del mismo modo, la coherencia estética que defiende en cada una de las aventuras creativas que emprende, gracias en buena parte a un sentido lírico de la armonía que ha sido demandado por intérpretes, hoy universales, como John Zorn, Dave Douglas o Laurie Anderson.

Siempre alejado de lo previsible, el fraseo de Erik Friedlander se convierte en un viaje original y emocionante, incluso cuando la versión se impone en sus partituras. Friedlander, un veterano de 62 años de edad procedente de la escena experimental del Downtown neoyorquino, se inició en la música gracias a su padre, el fotógrafo Lee Friedlander, bien conocido por las fotos de portadas de la fonográfica Atlantic Records. A los seis años ejercitó opción por la guitarra y dos más tarde, llegó el cello, un instrumento que en el jazz dispone de pocos oficiantes. Sin embargo, los que lo son tienen gran importancia. Abdul Wadud, por ejemplo. Y David Darling, Peggy Lee, Hank Roberts y Jacques Morelenbaum. Y también es bueno añadirzás, sea bueno añadir al listado a Ron Carter y Dave Holland, contrabajistas ambos que, puntualmente, han ejercido como cellistas.

Entre sus trabajos más interesantes, figuran títulos como «Nothing on Earth» y «Bygone alley»; por supuesto, igualmente sus contribuciones a algunos de los volúmenes del «Libro de los Ángeles», de John Zorn, y, también, su disco más reciente, «A queen’s firefly».