Conferencias A cargo de Luis Martín
El jazz cuenta con el privilegio de haber nacido de forma casi simultánea con el cine, en los comienzos del siglo XX. Y no resulta complicado trazar un recorrido histórico que conecte ambas formas artísticas, acudiendo a la socorrida banda sonora ambiental, que, en el origen del cinematógrafo, solía acompañar en directo las proyecciones de films mudos. Finalizando la década de los años 20, llegó el cine sonoro y se produjeron dos películas que, de algún modo, definieron la consistencia de las relaciones entre jazz y cine: The jazz singer, de Alan Crosland, y Black and Tan, del documentalista Dudley Murphy.
Desde entonces, los caminos de ambas fórmulas expresivas se han cruzado muy a menudo, procurando un buen número de fructíferos hallazgos. Unas veces, el pretexto para ese encuentro lo ha procurado la ambientación sonora que subraya la acción del film; otras, ha sido la propia sinopsis argumental de la película. Esta ponencia muestra un equilibrado compendio de uno y otro recursos, en la convicción de que el jazz puede alentar un modelo de creación cinematográfica cuya explotación total ha tenido, por el momento, solo algunos intentos tímidos, especialmente en las primeras producciones de cine independiente en Estados Unidos.