Conciertos oficiales Villanos del Jazz
Goumour Almoctar, alias Bombino, estrella del blues del desierto, es originario de Níger y creció en la tribu tuareg Ifoghas de Agadez, a las puertas del Sahara, que lucha desde hace siglos contra el colonialismo y la imposición del islam más severo.
Obligado a huir varias veces con su familia, un día recoge una guitarra olvidada por sus familiares y, poco a poco, practicando, descubre su mayor pasión. Pronto se convirtió en alumno del reconocido guitarrista tuareg Haia Bebe, y poco después se unió a su banda, adquiriendo el sobrenombre de Bombino, una mala pronunciación del italiano “niño”, dada su corta edad.
Atraído por las influencias de Jimi Hendrix y Mark Knopfler, estudió sus técnicas hasta hacerlas suyas, asimilando aquellos sonidos típicos de los años 60 y 70, insertándolos en un contexto de rock-blues americano, enriquecido con vocalismos en tamasheq, la lengua tuareg.
En 2009, por pura casualidad, conoció al director Ron Wyman, en Níger, para rodar un documental sobre las tribus tuareg, que luego dedicó a Bombino y posteriormente se convirtió en el productor de “Agadez”, el debut discográfico en solitario (el primer álbum se remonta a 2009, “Grupo Bombino – Guitarras de Agadez, vol. 2”).
Mientras tanto, la fama del joven talento creció hasta ser conocido en todo el mundo y comenzó a tocar en los festivales de música más importantes donde tuvo la oportunidad de tocar con artistas como Keith Richards y Stevie Wonder, por nombrar algunos.
Dan Auerbach (The Black Keys) conoce a Bombino y queda impresionado por él, decidiendo así producir “Nomad”, el tercer álbum lanzado en todo el mundo en abril de 2013 con el sello Nonesuch/Warner. Grabado en el estudio de Auerbach en Nashville, “Nomad” es el encuentro del rock del desierto con el blues, interpretado por las hábiles manos de Bombino y enriquecido por su intensa y vigorosa voz.
Los sonidos de Bombino recuerdan a los de Tinariwen, músicos cercanos del desierto, pero sus electrizantes melodías, que contienen el espíritu de resistencia y rebelión, exudan un ritmo irresistible. Una versión densa y magmática del blues, a la que se suma la peculiaridad de liberarse de la métrica clásica basada en la “llamada y respuesta” entre cantante solista y coro (normalmente femenino), sustituyendo este último por las digresiones melódicas de la guitarra.