Nils Petter Molvaer Trío

• Movilidad reducida
• Bucle magnético

A imagen y semejanza de lo que sucede en algunos festivales europeos, el electro-jazz continúa haciéndose con un espacio en la programación de este certamen. Y nada mejor para demostrarlo y dar lustre a esta edición de JAZZMADRID que un concierto de uno de los grandes exponentes de esta corriente, el trompetista noruego Nils Petter Molvaer.

Las comparecencias de este músico parecen concebidas para esa afición que no se conforma con la historia del jazz y quiere comprobar cómo es su presente. Y no puede decirse que el nombre de Molvaer no nos sea ya familiar en JAZZMADRID, porque ya estuvo con nosotros en 2016, acompañado por los jamaicanos  Sly Dunbar y Robbie Shakespeare. Dos años después, repitió visita, esta vez al frente de su propio grupo.

Molvaer ha marcado siempre el ritmo de sus pasos. No es ningún secreto que el trompetista buscó siempre nuevas vías para el desarrollo del jazz. Poco después de cumplir los 21, ya estuvo en la constitución del grupo Masqualero, una formación que completaban el saxofonista Tore Brunborg, el contrabajista Arild Andersen y el baterista Jon Christensen, todos músicos noruegos como él.

Nils Petter Molvaer necesitaba, sin embargo, de una mayor libertad sonora y decidió que, en lo sucesivo, titularizaría sus propios proyectos. Hacía algún tiempo que se había dejado seducir, además, por la rítmica cardíaca del drum ‘n’ bass y el resultado de sus investigaciones se dejó sentir en sus dos arranques discográficos de final del milenio, a cual más interesante: Khmer y Solid ether. 

Esta música, a simple oída, puede parecer un borrador de futuro, pero en realidad la fuerza motriz de la creatividad de Molvaer hunde raíces en las evocaciones sonoras de Miles Davis y, sobre todo, de Jon Hassell, cuyo sonido terroso en la trompeta Molvaer realmente borda. Brillante en los tiempos rápidos, inspirado y de una inquietante gravedad lírica en los quietistas, este trompetista ofrece en su conjunto una sugerente paleta estética que, a estas alturas se sustancia en casi dos decenas de álbumes publicados. 

En esta obra, la alternancia de los recursos electrónicos y la dinámica improvisatoria del jazz, es responsable de una estética musical que sigue siendo alérgica a las clasificaciones. Y, en su materialización final, justo es reconocer igualmente la solidez y originalidad de los músicos de los que siempre se acompaña Molvaer. Con ellos, volverá el trompetista a estremecernos, interpretando previsiblemente composiciones de sus últimos discos, Nordub, de 2018, SulaMadiana, de 2020, y Stitches, de 2021. Música en la que la poesía de una ignota naturaleza escandinava está siempre tan presente como el cálculo electrónico; composiciones que captan la atmósfera sonora de la Antártida, pero también la ardiente arena del desierto… Molvaer es una contradicción viviente. Y es ese detalle, precisamente, el que hace de su música un arte fascinante.