Conciertos oficiales
Quienes le hayan visto en directo alguna vez, difícilmente habrán pasado por alto la estampa que sobre la escena proyecta Moisés P. Sanchez, abstraído ante el teclado del piano, mostrando a un técnico rematado y virtuoso, agraciado con el gen de la originalidad, el vigor y el arte de la seducción intelectual que muy pocos poseen.
Moisés, es cierto, es un músico capaz de alcanzar el corazón de sus oyentes muy al margen de los esquemas, etiquetas y corrientes principales con que tantas veces se encasilla la existencia del jazz. Sus composiciones proceden de muchos sitios, y esta noche, por el formato con el que se presenta -piano solo y sintetizadores- tendrán un origen fonográfico disperso, aunque es previsible que, en el temario, haya también algunos títulos de los que componen el álbum que el artista publicaba en la primavera pasada, Dedication II.
Hay muchos modos de abordar y disfrutar la música de este artista, pero todos pasan por adquirir consciencia del número de hazañas acometidas desde que, hace algo más de veinte años, comenzó su carrera profesional. Nominaciones a los grammys latinos, dos premios MIN, producciones discográficas muy diversas para otros artistas, colaboraciones con estrellas de la talla de Benny Golson, Chuck Loeb, Eric Marienthal, Jorge Pardo o Ara Malikian; presencias en varios de los festivales más importantes del mundo, y, sobre todo, y muy especialmente, una discografía que revela estar sometida a una exploración permanente.
En este sentido, no es baladí recordar los muchos proyectos que Moisés está entregando como líder en los últimos años, hasta el punto de que no hay temor a exagerar si se afirma que, si la música de jazz gana progresivamente terreno entre nosotros, se debe en buena medida a la labor perseverante que lleva a cabo este auténtico activista del jazz. Un inacabable rosario de momentos felices.
Dotado de gran capacidad técnica, Moisés suena bien siempre y sus opciones están continuamente presididas por el buen gusto. Tiene la fortuna de ser uno de los escasos músicos de jazz de nuestro país a los que muchos han podido escuchar desde hace años, y al que siempre puede volverse como se regresa a un espacio conocido y grato; el retorno a un lenguaje con el que nuestros oídos ya están familiarizados. Cediéndole enteros a la fantasía literaria, no es difícil caer en la tentación de pensar que Moisés podría haber sido el cronopio que hubiera descubierto Julio Cortázar, y el músico al que la prensa especializada considera como principal contribuidor individual al desarrollo del jazz en los últimos años.
Un peculiar suma y sigue de ideas, saludablemente obstinado en hacer del jazz música en permanente evolución y no simple copia de patrones foráneos.
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